Incendios Forestales en época de pandemia

Con las primeras semanas de calor, los incendios forestales comienzan a brotar por todo el país, estamos acercándonos a la temporada de riesgo alto de incendios en unas circunstancias muy excepcionales, con unas fuertes restricciones al movimiento y unos servicios de emergencia desgastados. A la «nueva normalidad» provocada por los incendios forestales se le va a juntar la»nueva normalidad» provocada por el SARS-COV-2. Pero, ¿qué tiene de especial esta campaña?

Trabajos de prevención

El virus comenzó a golpear fuertemente en España a comienzos de marzo y el Estado de Alarma se mantiene activo desde entonces. Los bomberos forestales han tenido que cambiar las funciones de prevención de incendios forestales a prevención de contagios, realizando labores de desinfección y limpieza, especialmente, en las zonas mas rurales.

Esto ha provocado que las labores de prevención que normalmente se realizan se muevan a un segundo plano. Los trabajos de desbroce, restauración de caminos forestales o quemas prescritas han sido casi inexistentes. Esto, junto a la primavera lluviosa ha provocado que los pastos y hierbas estén en su máximo esplendor y a punto de perder la humedad en una semana de calor, provocando que el riesgo de incendios de interfaz urbano-forestal se multipliquen.

También la falta de acceso a segundas viviendas o viviendas vacacionales ha estado restringido por lo que muchas fincas llevan abandonadas meses con todos los problemas de prevención que esto conlleva.

Trabajos de extinción

Si la falta de labores de prevención y un abril lluvioso pronostican una campaña complicada, el Covid-19 va a dificultar todo todavía más. Los protocolos para evitar contagios se han intensificado pero en una emergencia, las variables que aumentan el riesgo pueden ser infinitas.

Trabajar en la extinción de un fuego con la mascarilla tiene ventajas y desventajas, evita la inhalación de las partículas cancerígenas que contiene el humo pero supone una fuerte incomodidad. Y no una incomodidad como la que pueden sufrir los ciudadanos normales, si no que pueden producir problemas de visibilidad y falta de oxígeno en situaciones límite. Que se descoloque la mascarilla en un momento clave puede provocar un accidente al dificultar la visión, o una falta de oxígeno prolongado puede provocar mareos o síntomas de fatiga. Cómo se puede ver en la foto de BRIF Laza, la mascarilla ya es un accesorio más dentro de los EPIs de las brigadas antiincendios.

Otra de las dudas que quedan pendientes de aclarar es cómo se van a poder respetar los nuevos distanciamientos sociales en las labores de transporte y extinción de las brigadas. La limitación de gente que pueda viajar en las autobombas, coches y helicópteros puede suponer un problema a la hora de un primer ataque por falta de medios.

Y en cuanto a la situación de un incendio forestal acercándose a un pueblo o ciudad que haya que evacuar y que contenga casos de personas con covid, ¿estamos preparados para lidiar con esta situación?.

Por último, no podemos olvidar el ámbito mental de las personas que trabajan en los incendios forestales. Al estrés de lidiar con fuegos cada vez más complicados hay que sumarle las posibles consecuencias de lo visto en las labores de desinfección y el estrés causado por lidiar con el coronavirus.

En resumen, estas «nuevas normalidades» nos dejan más dudas que soluciones. Y es que nos enfrentamos a una situación nunca antes vista y parece que vamos a depender un año mas de la suerte y de la entrega de nuestros medios.