En los montes que separan Cáceres de Portugal una tormenta seca comenzaba el viernes 1 de agosto de 2003, lo que vendría a continuación sería una catástrofe de valor incalculable en la zona de Valencia de Alcántara. Retomamos la serie de incendios históricos y volvemos a viajar a Cáceres y al año 2003 para recordar lo que pasó:

Los miembros del Plan INFOEX (De la prevención y extinción de incendios forestales de Extremadura), estaban alertados y bastante activos con las consecuencias que estaba dejando la tormenta eléctrica. Con temperaturas de más de 30º y rachas de viento de más de 60km/h la rápida actuación para parar los conatos que surgiesen eran fundamentales. Hasta seis incendios había provocado esta tormenta eléctrica en los que se encontraban trabajando los bomberos, e incluso colaborando en un incendio que comenzaba en Portugal a unos 10km de la frontera.

Este incendio que comenzaba en Portugal y parecía lejano, dio un giro inesperado, en poco más de una hora, había avanzado los 10km que le separaban con la frontera y se había introducido en Cáceres por tres sitios diferentes la madrugada del 3 de agosto. Rápidamente el incendio arrasa con el valle de Jola y obliga a realizar numerosos desalojos y a establecer el nivel 2 de alerta contra incendios, permitiéndose así el apoyo de medios estatales.
Valencia de Alcántara, en Cáceres, San Vicente de Alcántara, La Codosera, Carmonita y Casas de Millán, en el norte de Badajoz, estaban amenazadas por las llamas, dejando un total de más de 3.000 personas desplazadas. Mientras los medios se centraban en proteger las viviendas, los focos continuaban aflorando en otras partes de la zona. Numerosos efectivos del ejército fueron a colaborar en las labores de extinción (todavía no estaba creada la Unidad Militar de Emergencias) junto con varios anfibios y medios de Castilla La Mancha y Andalucía.

Las condiciones extremas con temperaturas por encima de 30º a las 10 de la mañana y viento por encimad de los 50km/h y una humedad relativa cercana al 12% hacía que el fuego avanzase fuera de la capacidad de extinción. El viento también era muy cambiante multiplicando el riesgo de los medios que estaban luchando contra las llamas, por lo que se prohibió a los vecinos colaborar en las labores de extinción. Zonas de alto valor ecológico eran arrasadas, alcornoques y pinos eran quemados en minutos pero, por suerte, no se tuvo que lamentar pérdidas de vidas humanas.
El cambio de viento, que impulso la llama hacia la zona quemada, y los cortafuegos realizados por los bomberos forestales permitieron controlar el incendio 4 días después, aunque ya había dejado 13.600 hectáreas afectadas en la zona (solo contadas las del territorio español). Lugares de cria de especies protegidas como el águila imperial, la cigüeña negra o el buitre negro fueron algunas de las pérdidas ecológicas más graves que se tuvieron que lamentar.
Este incendio siguió un patrón muy similar a los que nos enfrentamos hoy en día de forma cada vez más recurrente a causa del Cambio Climático y nos dejó claro que las llamas no entienden de fronteras.